Hoy he vuelto a hablar con el anciano de siempre.
Me ha abierto sus brazos para que le estrechara las manos, y no lo he dudado.
Nunca pierde su vitalidad ni la sonrisa, sigue siendo puntual, a las 4 allí está él en medio de la calle dandose su paseo, aunque ahora a cambiado un poco, le acompaña una silla de ruedas.
Su nombre es Felipe, señor Felipe, y siempre llevaba los bolsillos repletos de caramelos de menta que picaban toda una hora. Chocarle la mano era una obligación y su sonrisa era perpetua.
Llevo 16 años sintiendo que nunca envejece, sigue siendo el mismo, no cambia. Y parece mentira, pero tiene sus 90 años y el tipo aguanta como un campeón, quién pudiera llegar hasta él.
Llevo 16 años sintiendo que nunca envejece, sigue siendo el mismo, no cambia. Y parece mentira, pero tiene sus 90 años y el tipo aguanta como un campeón, quién pudiera llegar hasta él.
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